viernes, 23 de noviembre de 2018

Sueños embotellados


Me desperté empapado de sudor, con la intranquilidad que sólo domina la ausencia. 
Te busqué al lado en mi cama, en mis mañanas, en mi presente, en mi realidad, en los últimos 10 años de mi vida, en el tema que rezaba que "aprendí a rajar de todo menos de vos".
No estabas.
A pesar de esa certeza que me revuelve las entrañas, seguís acostada en mis sueños, en ese plano irreal e impalpable dónde todavía me puedo sentar a charlar con vos, a corregir cada error que cometimos, a contarte que fue de mi vida, o a volver a perdernos en ese juego hermoso, casi ritual, que teníamos de volar entre la seducción y la complicidad.
Ahí me quedo meciendo y descansando en tus ojos 
verdes infinitos, en tu sonrisa sincrónica perfecta que es música, balsa y naufrágio.
Lo que mata es mi inconsciente no abriendo el paracaídas, arrojándome de lleno a la realidad, mientras vos te quedas impasible en las tierras de Morfeo.
Cuándo 
tengo que salir a enfrentar esta titánica tarea de vivir con las marcas y los huecos tan repletos de tu ausencia. A caminar calles dónde todas las caras no son tu cara, ni todos los perfumes tienen tu color. Esos días crudos, que me evisceran el alma a sangre fría con la certeza de que ya no estás, ni vas a volver.
Entonces lo único que me queda es 
la tinta.
Esta tinta atrofiada, en pausa, que no encuentra el momento, la inspiración, ni la musa raptada por todos los grises que dominan mis días. Entonces te busco en las redes, o en fotos lejanas de tiempos mejores, dónde sonreíamos, dónde eramos inocentes, y no teníamos conciencia de la fragilidad del momento. Que los días, los meses, los años que venían nos iban a explotar en la cara, e iban a dejar todo empapado de impotencia. De Game Over.
Y me voy a levantar, y voy a maldecir a Spinetta, porque me mintió: 
"¡mañana es mejor las pelotas!".
Porque mañana ya llegó, y no estás. 
Y solo me queda el consuelo de seguir soñándote, de preguntarme si alguna vez  en toda tu vasta rutina, te preguntarás por mí, o mirarás nuestras fotos, o serás consciente de mi inútil y tediosa existencia.
Mientras tanto yo sigo acá, en esta isla rodeada de botellas rotas, con mensajes muertos en las yemas de mis dedos, en lo inerte del plástico gastado de mi teclado.

En esta isla, 



dónde por suerte, 



puedo dormirme, 



un rato más,



e ir a charlarte un rato.